Arzobispo de Valencia (1892-1898)


Vista panorámica de Valencia  (Grabado de 1884)
Al quedar vacante la diócesis de Valencia por haber sido promovido Mons. Antolín Monescillo al Arzobispado de Toledo, fue nombrado por el papa León XIII arzobispo de esta sede episcopal el 12 de julio de 1892. Nuevamente, aunque con dolor, acepta el honor que el Santo Padre le hace y le manifiesta sus deseos de “servir fielmente a la Iglesia y al Estado, cuyos intereses comunes deben andar siempre unidos, y acrecentarse al amparo de la armonía y de la paz”.

Tomó posesión de la Diócesis el 14 de noviembre, por medio del deán de la catedral José Cirujeda, y el día 20 hizo la entrada solemne en la Ciudad del Turia. Como cuentan las crónicas de la época,

"desde muy temprano comenzó a reinar grande animación en todas las calles de esta ciudad. Los balcones de la mayor parte de las casas ostentaban colgaduras, preciosísimas casi todas. A las nueve de la mañana se verificó el reparto de lo comprado, y del dinero sobrante de las 5.000 pesetas dadas por el Sr. Sancha. Cada uno de los 8.000 pobres socorridos lo ha sido con un kilo de arroz, una libra de pan, una cuarta de carne y 20 céntimos en metálico, recibiendo muchos el donativo con lágrimas en los ojos, y los más con demostraciones de profundo agradecimiento. 

A las doce se reunieron en la casa del vestuario, las comisiones que habían de acompañar al Sr. Sancha, saliendo momentos después con dirección al convento del Socorro, donde se hospedaba dicho señor. La plaza de la Constitución, calles de la Virgen y del Salvador y puente de la Trinidad, recorridas por las comisiones, estaban completamente llenas de gente. Momentos después de llegar las comisiones al convento del Socorro, organizose la comitiva. Era muy numerosa y la componían: cuatro Guardias civiles, timbaleros y vergueros a caballo, invitados, Diputación y Ayuntamiento en carruaje, [...] el nuevo Arzobispo montado en preciosa mula de un regimiento de Artillería, tribunal eclesiástico y comisiones, todos a caballo. Cuatro concejales iban a ambos lados del señor Sancha. Llegada la comitiva a la plaza de Santo Domingo, incorporáronse el Gobernador militar, representante del Capitán general y las comisiones del ejército. 

En la plaza de Tetuán habíase erigido un altar, y llegada que fue la comitiva a dicha plaza, el Deán cogió las bridas de la mula, apeose el señor Sancha, y éste acompañado del cabildo eclesiástico y escoltado por el Ayuntamiento, subió al estrado, en tanto tocaba la marcha real la banda del regimiento infantería de Guadalajara, haciendo los honores el piquete y aclamaba con entusiasmo al nuevo Prelado la multitud que ocupaba por completo la mencionada plaza. Revestido el Sr. Sancha de pontifical por los canónigos designados el efecto, verificose la solemnidad de rúbrica y volvió a ponerse en marcha la comitiva, en medio de los ensordecedores vivas dados por la multitud al nuevo Prelado. Organizada de nuevo la comitiva, recorrió las siguientes calles: Glorieta, Príncipe Alfonso, calle de las Barcas, plaza del mismo nombre plaza de San Francisco, Bajada de San Francisco, plaza de Cajeros, calle de San Vicente, Santa Catalina, Zaragoza, a entrar en la basílica. 

[...] Una vez esta en la Catedral tomó asiento en el presbiterio, entonándose un solemne Te-Deum. Después se dirigió el Sr. Sancha a la sacristía, acompañado del cabildo, despojándose de los ornamentos pontificios y poniéndose la capa de coro. Salió nuevamente al presbiterio y dio a besar su anillo a todos los invitados. Minutos antes de las cinco entró el nuevo Prelado en la Catedral, desde la cual, cantado el Te-Deum, fue a la capilla de la Virgen de los Desamparados, regresando luego para cantar un responso por el alma del Sr. Barrio. Desde la Catedral fue al Palacio Arzobispal, siendo vitoreado sin cesar y teniendo que asomarse varias veces al balcón. El nuevo Arzobispo ha tenido un recibimiento tan entusiasta que mayor no cabe. Valencia entera ha dado una prueba más de sus acendrados sentimientos religiosos."


Al dar cuenta de la recepción que los valencianos hicieron el día siguiente al nuevo Arzobispo, dice un periódico de la capital: 

“No es sólo en Valencia, no; en España no se ha visto jamás una manifestación tan imponente y tan grandiosa: lo que vimos no puede describirse: aquel gentío inmenso, aquellos vivas tan entusiastas, aquellos aplausos tan frenéticos, aquellas manifestaciones de alegría, aquellas explosiones de entusiasmo, revelaban toda la fuerza, todo el vigor, todas las energías del sentimiento católico que abriga el pueblo valenciano.”

El cardenal Sancha amaba enormemente a Valencia. Esta diócesis fue la niña de sus ojos. En este episcopado alcanzó su madurez episcopal y aquí fue creado Cardenal. En Valencia trabajó mucho y dejó mucha huella, pero a pesar de todo el resurgimiento religioso que se experimentó en aquellos tiempos tuvo que afrontar los difíciles momentos políticos que se atravesaban con ecuanimidad y valentía. Se encontró con una realidad muy compleja y convulsa por su desarrollo industrial y la presión que el republicanismo anticlerical ejercía sobre los obreros.

Retrato de Sancha, Arzobispo de Valencia
Realizó la visita pastoral recorriendo la geografía diocesana, creando obras de carácter social para atender la precaria situación económica de sus diocesanos, así como instituciones y asociaciones religiosas para renovar el espíritu religioso en el pueblo valenciano.

El cardenal Sancha destacó sobre todo por la gran acción social que desarrolló. Era un gran experto en cuestiones sociales y muy conocido por ello en toda Europa, donde gozaba de un gran prestigio como intelectual. Hablaba cinco idiomas y sabía desenvolverse en todas partes con mucha soltura y naturalidad. Todos sus escritos a nivel social, en lo que es la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), estaban muy en sintonía con la Rerum Novarum.

Llevando a la práctica la DSI, fundó el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-obreras de la que fue el primer presidente. Era una corporación que reunía a todas las asociaciones obreras y campesinas católicas de España. Aquí destaca una vez más Alcoy, pues en esta ciudad se creó el primer círculo obrero de España. Trabajó mucho con el padre Antonio Vicent, jesuita. Los dos formaron un gran tándem que fue promoviendo círculos católicos obreros.

Además del gran prestigio intelectual del que gozaba, el Cardenal Sancha era muy popular entre las capas más empobrecidas, siempre iba rodeado de niños, jóvenes y obreros. Era bondadoso, humilde y dulce. Se interesaba sinceramente por los obreros, visitaba fábricas, se preocupaba por sus problemas, por su vida, y creaba patronatos para solucionar sus penurias. Sabía conjugar perfectamente su gran nivel intelectual con la gran sencillez, afabilidad de trato y dulzura con que se abajaba a los más humildes. Los obreros y labradores le veían como uno más, pero también la Reina o el Primer Ministro.


Riada de 1897 en Valencia
En 1897, durante una de las numerosas "inundaciones atroces" que asolaron Valencia, el cardenal Sancha no dudó en abrir las puertas del Palacio Arzobispal para acoger a las familias damnificadas y entregar uno de sus pectorales para ser rifado. No esperaba a que la gente le pidiera ayuda, sino que acudía él al lugar de la miseria y llevaba ayudas eficaces. 

Algo que los medios de comunicación de la época destacaron era su porte natural de gran sencillez. Por ejemplo, se cuenta que cuando tomó posesión de la diócesis, Blasco Ibáñez colgó una pancarta en el balcón de la redacción del periódico La Bandera Federal, en la que una inscripción le criticaba duramente: "Jesús entró en Jerusalén descalzo y pobre: comparad". Este hecho provocó una gran confusión; se oyeron silbidos, hubo sustos y carreras, por lo que las autoridades evitaron un conflicto arrancando la colgadura. Fueron detenidos tanto el autor como los redactores del periódico, les metieron en la cárcel, y Sancha pagó la fianza para que quedaran en libertad. Posteriormente cuentan las crónicas de la época que entregó dos mil quinientas pesetas a los establecimientos de beneficencia apenas tomó posesión de la Diócesis.


Vapor Bellver (1892)
Tan intensa fue su labor social y su popularidad entre el pueblo, que en abril de 1894 organizó junto con el padre Vicent una peregrinación nacional obrera a Roma, a la que acudieron 18.000 obreros. Esto fue un gran hito, sobre todo teniendo en cuenta la época y lo difícil de la situación que se estaba viviendo en aquel momento. Estamos hablando de una Valencia industrializada y con grandes problemas con respecto al republicanismo; de hecho algunos de sus representantes valencianos, como el escritor Blasco Ibáñez, participaron en los disturbios que organizaron con motivo de la partida de la peregrinación desde Valencia. Los peregrinos pacíficos e inofensivos, la mayoría de ellos braceros, fueron silbados, insultados, apedreados y heridos más de veinte; igualmente los obispos a su llegada al muelle fueron víctimas de apedreamiento y groseros insultos, hasta el punto de ser heridos los obispos de Cádiz y Madrid-Alcalá.  No obstante, pese a todo, los obreros españoles vieron recompensada su valentía al encontrarse en Roma, junto al sucesor de Pedro, quien no escatimó en reconocimientos valorando su valentía en tales circunstancias. Fue tanta la sensación que causó tan numerosísima asistencia, que al poco tiempo, en el consistorio del 18 de mayo de ese mismo año don Ciriaco María era creado Cardenal.

El secretario de Estado había pedido su parecer al nuncio Cretoni sobre el candidato más idóneo en el episcopado español para ser nombrado cardenal en el próximo consistorio. Serafino Cretoni no dudó en proponer a Sancha como el obispo español con mejores cualidades para ostentarlo, avalado también por su itinerario pastoral en las distintas diócesis que había pastoreado hasta la fecha.
El papa León XIII lo anunció en el Consistorio del 8 de mayo de 1894. El 2 de junio, en el Palacio Real de Madrid, la reina regente Mª Cristina le impuso la birreta cardenalicia en un acto al que la Reina "para dar público testimonio de aprecio y distinción al que había sido obispo de Madrid-Alcalá, dispuso que todas las Damas de Honor de Palacio concurriesen a tan majestuosa ceremonia".


Los sacerdotes también fueron una de sus grandes preocupaciones. El Seminario sufrió a finales de siglo una etapa de decadencia tanto en número de seminaristas como en su preparación académica y espiritual. El arzobispo Sancha adoptó las medidas necesarias para remediar tal situación, renovando el régimen interno del mismo y elevándolo a la categoría de Universidad Central Pontificia de Valencia, dignificando el nivel de los estudios eclesiásticos a través de la creación de las facultades de Teología, Filosofía y Derecho, cuya solemne inauguración tuvo lugar el 13 de marzo de 1897.

En un momento de penuria económica como aquél, en que el sacerdote vivía con recursos muy escasos y sufriendo grandes dificultades, creó el Montepío del Clero Valentino que fue una tabla de salvación para muchas economías de sacerdotes, y que como institución unió a los sacerdotes en un común esfuerzo por su supervivencia y realce moral, intelectual y espiritual.

Igualmente, restauró las conferencias y cursos de formación para los sacerdotes, así como los ejercicios espirituales específicos para el clero. Con el mismo interés trabajó con los intelectuales. Aunó a lo mejor de la intelectualidad católica del momento y creó la revista "Soluciones católicas". Esta revista acogía una sociedad intelectual que se llamaba la Sociedad Filomática, amigos del saber. Se reunían todos los meses en Palacio Arzobispal catedráticos, científicos, notarios, etc, presentaban ponencias y publicaban sus artículos. Fue de gran influencia en la época.


También trabajó con esfuerzo para liberar al clero de compromisos políticos, consciente de que en ello se jugaba la dignidad del estado sacerdotal.


Al poco tiempo de tomar posesión de la diócesis, su celo apostólico le llevó a organizar el I Congreso Eucarístico Nacional, aprovechando la piedad eucarística de Valencia y la presencia del Santo Cáliz así como la existencia de numerosas asociaciones eucarísticas y de adoración nocturna. Se celebró del 19 al 26 de noviembre de 1893, y tuvo tanta solemnidad que S.S. León XIII le concedió su visto bueno, sirviendo de antesala a los demás congresos eucarísticos de España. Mons. Sancha fue considerado desde entonces como el pionero de los congresos eucarísticos españoles.


Tenía una gran capacidad organizadora, como lo demostró al organizar los Congresos Católicos Nacionales en Madrid, Zaragoza y Sevilla. Fueron días de mucha fiesta en la ciudad, que celebró el evento por todo lo alto, como un gran acontecimiento que era. Intervinieron numerosas bandas de música.

Mare de Deu dels Desamparats (Valencia)
En cuanto tomó posesión de la Catedral, don Ciriaco Mª Sancha visitó la basílica de la Virgen y le puso a la imagen de la Virgen su pectoral. Fue la primera vez que se hizo, y este gesto se ha venido repitiendo desde entonces. 

Las crónicas de la época lo recogen así:



"Ayer por vez primera ocupó en Valencia la sagrada cátedra en la basílica el Sr. Arzobispo de esta archidiócesis, D. Ciriaco María Sancha. El espacioso templo era insuficiente para contener los miles de personas que acudieron a escuchar la docta palabra del ilustre Prelado. Este pronunció un sermón que fue considerado una perla teológica literaria; versó sobre las virtudes que adornaban a María Inmaculada, cuya festividad celebraba ayer la Iglesia. Se congratuló de las noticias que personas doctas le han suministrado relativas a la fe cristiana de Valencia, e invitó a los fieles a proseguir en el camino del bien, procurando la propaganda de las ideas religiosas, camino recto de la salvación y de la verdad. El Sr. Sancha fue muy felicitado por todos al bajar del púlpito, por su elocuente y fácil palabra."

El cardenal Sancha fue a Toledo por obediencia. Lloró cuando dejó Valencia. Y como anécdota, llegó tarde al tren que le iba a llevar a Toledo porque por el camino a la estación se entretuvo con las numerosísimas personas que acudieron a despedirle y a pedirle un último favor.